10 Cuando llegaron a la ciudad, llamaron a los centinelas y les informaron:—Hemos entrado en el campamento sirio y allí no hay nadie, ni se oye a nadie; solo hay caballos y burros atados, y las tiendas tal como estaban.
11 Los centinelas, a su vez, llamaron y dieron la noticia en palacio.
12 El rey se levantó de noche y dijo a sus oficiales:—Os voy a explicar lo que nos preparan los sirios: como sabían que estamos pasando hambre, han salido del campamento para esconderse en el campo, pensando atraparnos vivos y apoderarse de la ciudad cuando salgamos.
13 Pero uno de los oficiales propuso:—Enviemos a unos hombres con cinco de los caballos que aún nos restan a ver qué pasa, pues los que aún quedan en la ciudad van a correr la misma suerte que toda la multitud de israelitas que ya han perecido.
14 Uncieron dos carros a los caballos y el rey los mandó seguir al ejército sirio, encargándoles:—Id a ver qué pasa.
15 Ellos siguieron su rastro hasta el Jordán y encontraron todo el camino lleno de ropa y de objetos que los sirios habían abandonado en su huida apresurada. Luego los emisarios regresaron a informar al rey.
16 Inmediatamente la gente salió a saquear el campamento sirio. La medida de harina costaba un siclo y lo mismo, dos medidas de cebada, como había anunciado el Señor.