4 En lo que se refiere a comer carne ofrecida en sacrificio a los ídolos, sabemos que los ídolos no significan nada en el mundo y que no hay más que un Dios.
5 Existen, sí, esos a los que llaman dioses, sea en el cielo o en la tierra —y son, por cierto, muchos esos dioses y señores—.
6 Para nosotros, sin embargo, solo hay un Dios: el Padre, de quien todo procede y a quien todos estamos destinados; y solo hay un Señor: Jesucristo, mediante el cual han sido creadas todas las cosas y por quien vivimos también nosotros.
7 Pero no todos tienen este conocimiento. Algunos, acostumbrados* a la idolatría hasta hace muy poco, comen pensando que es carne sacrificada a los ídolos, y su conciencia, que está poco formada, incurre en culpa.
8 No será un alimento lo que nos haga estar más cerca de Dios; nada perderemos por dejar de comer, ni ganaremos nada por comer.
9 Eso sí, procurad que esta libertad vuestra no se convierta en ocasión de caída para los poco formados.
10 Porque vamos a suponer que alguien te ve a ti, que tienes la conciencia bien formada, tomando parte en un banquete en el que se sirve carne sacrificada a los ídolos. Su conciencia poco formada ¿no se dejará llevar de tu ejemplo y comerá de esa carne?