9 La controversia tomó grandes proporciones, hasta que algunos maestros de la ley, miembros del partido fariseo, afirmaron rotundamente:— No hallamos culpa en este hombre. Puede que un espíritu o un ángel le haya hablado.
10 Como el conflicto se agravaba, el comandante empezó a temer que descuartizaran a Pablo; ordenó, pues, a los soldados que bajaran a sacarlo de allí y que lo llevaran a la fortaleza.
11 Durante la noche siguiente, el Señor se apareció a Pablo y le dijo:— Ten buen ánimo; has sido mi testigo en Jerusalén y habrás de serlo también en Roma.
12 Al amanecer, los judíos tramaron un complot, jurando no probar bocado ni beber nada hasta haber dado muerte a Pablo.
13 Eran más de cuarenta las personas que participaban en esta conjuración.
14 Se presentaron después ante los jefes de los sacerdotes y demás dirigentes y les comunicaron:— Hemos jurado solemnemente no probar absolutamente nada hasta que matemos a Pablo.
15 Resta ahora que vosotros, con la anuencia del Consejo, solicitéis del comandante que os entregue a Pablo con el pretexto de examinar su causa más detenidamente. Nosotros nos encargaremos de eliminarlo en cuanto llegue.