12 Sus adversarios comprendieron que Jesús se había referido a ellos con esta parábola. Por eso trataban de apresarlo, aunque finalmente desistieron y se marcharon, porque temían a la gente.
13 Los fariseos y los del partido de Herodes enviaron algunos de los suyos con el encargo de sorprender a Jesús en alguna palabra comprometedora.
14 Vinieron, pues, y le preguntaron:— Maestro, sabemos que tú eres sincero y que no te preocupa el qué dirán, pues no juzgas a la gente por las apariencias, sino que enseñas con toda verdad a vivir como Dios quiere*; así pues, ¿estamos o no estamos obligados a pagar el tributo al emperador romano? ¿Tenemos o no tenemos que dárselo?
15 Jesús, conociendo la hipocresía que había en ellos, les contestó:— ¿Por qué me ponéis trampas? Traedme un denario para que yo lo vea.
16 Ellos se lo presentaron y Jesús les preguntó:— ¿De quién es esta efigie y esta inscripción?Le contestaron:— Del emperador.
17 Entonces Jesús les dijo:— Pues dad al emperador lo que es del emperador, y a Dios lo que es de Dios.Con esta respuesta quedaron estupefactos.
18 Después de esto vinieron unos saduceos que, como dicen que no hay resurrección, hicieron a Jesús esta pregunta: