37 El profeta encontró a otro hombre y le pidió:—¡Pégame!Aquel hombre le pegó y lo dejó herido.
38 Luego se fue a esperar al rey junto al camino, disfrazado con una venda en los ojos.
39 Cuando pasó el rey, el profeta le dijo a voces:—Cuando tu servidor estaba en el fragor de la batalla, un hombre se acercó y me entregó un prisionero, encargándome: «Vigila a este hombre y, como llegue a escapar, lo pagarás con tu vida o con un talento de plata».
40 Pero mientras tu servidor andaba ocupado en otras cosas, el prisionero desapareció.El rey de Israel le dijo:—¡Tú mismo acabas de pronunciar tu sentencia!
41 Pero inmediatamente se quitó la venda de los ojos y el rey de Israel lo reconoció como uno de los profetas.
42 Entonces le dijo al rey:—Así dice el Señor: Por haber dejado en libertad al hombre que yo había condenado al exterminio, tú y tu pueblo pagarán con la vida por la de él y la de su pueblo.
43 El rey de Israel entró en Samaría y se encerró en su palacio malhumorado y furioso.