29 Pero cada pueblo se hacía sus propios dioses en las ciudades donde cada uno vivía y los colocaba en los santuarios de los altos que habían construido los samaritanos.
30 Así, los procedentes de Babilonia hicieron una imagen de Sucot Benot; los de Cutá, una imagen de Nergal; los de Jamat, una de Asimat;
31 los de Avá hicieron imágenes de Niblat y de Tartac; y los procedentes de Sefarváin quemaban a sus hijos en sacrificio a sus dioses, Adramélec y Anarmélec.
32 También veneraban al Señor y nombraron sacerdotes a gentes de entre ellos para que prestaran servicio en los santuarios de los altos.
33 Así que, por un lado, veneraban al Señor y, por otro, daban culto a otros dioses, según la religión de la nación de donde habían sido deportados.
34 Y todavía hoy siguen portándose según sus antiguas costumbres: no veneran al Señor ni proceden según sus decretos y normas, ni según la ley y los mandamientos que el Señor dio a los hijos de Jacob, a quien puso el nombre de Israel.
35 El Señor había hecho con ellos una alianza diciéndoles:—No venerarán a otros dioses, ni los adorarán; no los servirán ni les ofrecerán sacrificios.