22 Mientras recobraban fuerzas, los hombres de la ciudad, gente malvada, cercaron la casa y, golpeando la puerta, le dijeron al anciano, dueño de la casa:—Sácanos al hombre que ha entrado en tu casa, para que nos acostemos* con él.
23 El dueño de la casa salió fuera y les dijo:—No, hermanos míos; por favor, no obren semejante maldad. Habiendo entrado este hombre en mi casa no cometan esa infamia.
24 Aquí está mi hija, que es doncella, y la concubina de él. Se las voy a sacar. Abusen de ellas y hagan con ellas lo que les parezca; pero no cometan con este hombre semejante infamia.
25 Pero aquellos hombres no quisieron escucharle. Entonces el levita tomó a su concubina y la sacó fuera. Ellos la violaron, la maltrataron toda la noche hasta la mañana, y al amanecer la dejaron.
26 Ya de madrugada, la mujer se desplomó a la entrada de la casa del hombre donde estaba su marido; y allí quedó hasta que fue de día.
27 Por la mañana se levantó su marido, abrió la puerta de la casa y salió para continuar su camino; y vio que la mujer, su concubina, estaba tendida a la entrada de la casa, con las manos sobre el umbral.
28 Y le dijo:—Levántate, vamos.Pero ella no respondía. Entonces el hombre la cargó en su asno y se fue a su pueblo.