1 Yo mismo, hermanos, cuando llegué a la ciudad, no les anuncié el proyecto salvador de Dios con alardes de sabiduría o elocuencia.
2 Decidí que entre ustedes debía ignorarlo todo, a excepción de Cristo crucificado;
3 así que me presenté ante ustedes sin recursos y temblando de miedo.
4 Mi predicación y mi mensaje no se apoyaban en una elocuencia inteligente y persuasiva; era el Espíritu con su poder quien los convencía,
5 de modo que la fe de ustedes no es fruto de la sabiduría humana, sino del poder de Dios.
6 Sin embargo, también nosotros* disponemos de una sabiduría para los formados en la fe*; una sabiduría que no pertenece a este mundo ni a los poderes perecederos que gobiernan este mundo;
7 una sabiduría divina, misteriosa, escondida, destinada por Dios, desde antes de todos los tiempos, a constituir nuestra gloria.