1 La ley de Moisés es solo una sombra de los bienes futuros y no la realidad misma de las cosas. Por eso es incapaz de hacer perfectos a quienes, todos los años sin falta, se acercan a ofrecer los mismos sacrificios.
2 Si fuera de otro modo, ya habrían dejado de ofrecer tales sacrificios, pues quienes los ofrecen, una vez limpios, ya no tendrían por qué seguir sintiéndose culpables.
3 Y, sin embargo, año tras año esos sacrificios les recuerdan que siguen bajo el peso del pecado,
4 pues es imposible que la sangre de toros y machos cabríos pueda borrar los pecados.
5 Por eso dice Cristo al entrar en el mundo: No has querido ofrendas ni sacrificios, sino que me has dotado de un cuerpo.
6 Tampoco han sido de tu agrado los holocaustos y las víctimas expiatorias.