23 Y Dios, de acuerdo con su promesa, hizo surgir de su linaje un salvador para Israel, Jesús.
24 Previamente Juan, como precursor, proclamó un bautismo que sirviera como señal de conversión para todo el pueblo israelita.
25 Próximo ya el final de su carrera, decía Juan: «¿Quién piensan ustedes que soy? Por supuesto no el que esperan, pues ni siquiera soy digno de desatar el calzado a quien viene después de mí».
26 Hermanos, los que son descendientes de Abrahán y los que, sin serlo, viven entre ustedes rindiendo culto a Dios: vean que a nosotros se nos ha confiado este mensaje de salvación.
27 Los ciudadanos de Jerusalén y sus gobernantes no reconocieron a Jesús y lo condenaron, cumpliendo así los anuncios de los profetas, que todos los sábados se leen en la sinagoga.
28 Y sin hallar en él causa alguna de muerte, lo entregaron a Pilato para que mandara ajusticiarlo.
29 Y cuando llevaron a cabo todo lo que estaba escrito sobre él, lo bajaron del madero y lo depositaron en un sepulcro.