34 Pero después ha venido el Hijo del hombre*, que come y bebe, y dicen: «Ahí tienen a un glotón y borracho, amigo de andar con recaudadores de impuestos y con gente de mala reputación».
35 Pero la sabiduría se acredita en los que verdaderamente la poseen.
36 Un fariseo invitó a Jesús a comer. Fue, pues, Jesús a casa del fariseo y se sentó a la mesa.
37 Vivía en aquella ciudad una mujer de mala reputación que, al enterarse de que Jesús estaba en casa del fariseo, tomó un frasco de alabastro lleno de perfume
38 y fue a ponerse detrás de Jesús, junto a sus pies. La mujer rompió a llorar y con sus lágrimas bañaba los pies de Jesús y los secaba con sus propios cabellos; los besaba también y finalmente derramó sobre ellos el perfume.
39 Al verlo, el fariseo que había invitado a Jesús se dijo para sí mismo: «Si este fuera profeta, sabría quién es y qué reputación tan mala tiene la mujer que está tocándolo».
40 Entonces Jesús se dirigió a él y le dijo:—Simón, quiero decirte una cosa.Simón le contestó:—Dime, Maestro.