31 »Si un hombre es acusado de hacer un mal, y entonces, de pie aquí, delante de tu altar, jura que él no lo hizo,
32 óyelo en los cielos y haz lo que es justo; condénalo, si es culpable o justifícalo, si no lo es.
33-34 »Y cuando tu pueblo peque y sus enemigos lo derroten, óyelos desde los cielos y perdónalos, si ellos se convierten a ti nuevamente y confiesan que tú eres su Dios. Hazlos volver a esta tierra que les diste a sus padres.
35-36 »Y cuando los cielos se cierren y no haya lluvia, por causa de los pecados de tu pueblo, óyelos desde los cielos, y perdónalos cuando ellos oren en este lugar y confiesen tu nombre. Después que los hayas castigado, ayúdalos para que sigan los buenos caminos en los que debieron haber andado y envía la lluvia sobre la tierra que les has dado.
37 »Y si hay hambre en la tierra, causada por peste, por langosta, o por gusanos, o si los enemigos de Israel ponen sitio a una de sus ciudades y el pueblo es atacado por una epidemia o plaga —o cualquiera que sea el problema—, cuando el pueblo reconozca su pecado y ore en este templo,
39 escúchalos desde los cielos, perdónalos y responde en favor de todos los que hayan hecho una confesión sincera; porque tú conoces cada corazón.
40 De esta manera aprenderán a reverenciarte, mientras continúan viviendo en esta tierra que les diste a sus padres.