4 Luego un día, a principios de abril, mientras estaba parado al lado del gran río Tigris,
5 levanté mi vista y vi un hombre vestido de ropa fina, con un cinto del más puro oro alrededor de su cintura.
6 Su cuerpo brillaba como topacio; su cara resplandecía como el relámpago y sus ojos eran como antorchas de fuego; sus brazos y pies brillaban como el bronce pulido, y su voz era como el rugido de una vasta multitud de gente.
7 »Sólo yo, Daniel, vi la visión; los hombres que estaban conmigo no vieron nada. Pero de repente se llenaron de terror y corrieron para esconderse,
8 y me dejaron solo. Cuando yo vi esta visión espantosa perdí mis fuerzas, me puse pálido y débil del susto.
9 Cuando le oí hablar, caí boca abajo, desmayado.
10 Pero una mano me tocó y me levantó, aún temblando, hasta que estuve sobre mis manos y rodillas.