18 ¡Clama al SEÑOR, Jerusalén! ¡Oh bella ciudad amurallada, capital de Sión! ¡Que tus lágrimas corran con abundancia! ¡No dejes de llorar ni de día ni de noche!
19 Levántate en la noche y clama al SEÑOR, cuando los guardas inician la ronda. Derrama tu corazón delante del SEÑOR, como si fuera agua, y levanta tus manos hacia él en actitud de oración. ¡Clama a Dios por tus niños y niñas que desfallecen de hambre en las calles!
20 ¡Oh SEÑOR, ponte a pensar, es a tu propio pueblo al que haces sufrir así! ¿Acaso era necesario llegar al extremo de que las madres tuvieran que comerse a sus propios hijos pequeños?¿Que los sacerdotes y profetas fueran asesinados incluso dentro del templo del SEÑOR?
21 ¡Niños y ancianos, muchachos y muchachas, tendidos en las calles, muertos por las heridas de espada del enemigo! ¡Tú los has matado sin piedad, dejándote llevar por tu cólera!
22 ¡Has traído el terror de todas partes, como si lo trajeras a una fiesta! En el día de tu ira, SEÑOR, nadie ha escapado ni quedado con vida. El enemigo ha matado a todos los niños y niñas que yo crié y eduqué.