1 Pero en los últimos días, la montaña sobre la cual se asienta el templo del SEÑOR se convertirá en la más famosa montaña del mundo, será la colina más elogiada de la tierra; personas de todas las naciones del mundo irán a visitarla.
2 Pueblos numerosos llegarán y dirán: «Vengan, subamos al monte del SEÑOR, entremos al templo del Dios de Israel para que él nos diga qué debemos hacer. Y nosotros seguiremos sus enseñanzas». Porque de Sión, esto es, de Jerusalén, saldrá la instrucción del SEÑOR, la sabiduría y la justicia para vivir en paz.
3 El SEÑOR juzgará con justicia entre muchas naciones, y será quien corrija a muchos pueblos poderosos y lejanos. Esas naciones dejarán de vivir obsesionadas con la guerra, convertirán sus espadas de guerra en azadones, y sus lanzas en podaderas. Ya no se entrenarán para la guerra, ni guerrearán entre ellas.
4 Cada persona podrá vivir tranquila bajo su viña o su higuera, sin que nadie le robe su paz. ¡El SEÑOR Todopoderoso lo ha prometido!
5 ¡Aunque las otras naciones sigan a sus propios dioses, nosotros siempre seguiremos y obedeceremos sólo al SEÑOR nuestro Dios!
6 Lo siguiente afirma el SEÑOR: «En ese día haré que mi pueblo, al que había castigado, regrese a su tierra. Los reuniré con cuidado, como un pastor que se preocupa por una oveja herida o una que extravió el camino a su redil.
7 Con los pocos que hayan quedado, aunque estén heridos o confusos, haré una nación poderosa. Yo mismo seré su Rey y la gobernaré para siempre desde Jerusalén.