18 Cada uno de los constructores llevaba una espada al cinto. El que tocaba la trompeta permanecía junto a mí, a fin de hacer llegar la voz de alarma.
19 Yo les había dicho a los hombres importantes del pueblo, a los jefes y al resto del pueblo: «La obra es mucha y extensa, de modo que estamos muy separados unos de otros.
20 Por eso, cuando oigan el sonido de alarma, corran a reunirse con nosotros al lugar desde donde suena la trompeta. ¡Dios peleará por nosotros!»
21 Trabajábamos desde el alba hasta la salida de las estrellas, y la mitad de los hombres estaba siempre de guardia.
22 Pedí a todos los que vivían fuera de los muros que se quedaran a dormir en Jerusalén, para que sus siervos también pudieran estar de guardia y trabajaran en el día.
23 Durante este tiempo, ninguno de nosotros, ni yo, ni mis hermanos, ni los siervos, ni los guardias que estaban conmigo, nos quitábamos la ropa para dormir. Y siempre teníamos las armas a la mano.