48 Cada ser humano tiene un cuerpo como el de Adán; y los que viven en el cielo, tienen un cuerpo como el de Cristo.
49 Al igual que ahora hemos llevado la imagen de Adán, un día nos pareceremos a Cristo.
50 Les digo, hermanos míos, que ningún cuerpo de carne y hueso podrá entrar en el reino de Dios. Este cuerpo corruptible no puede heredar lo que es incorruptible.
51 Les voy a revelar ahora un secreto:No todos moriremos, pero todos seremos transformados.
52 Ocurrirá en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la trompeta final. Cuando esa trompeta suene, los que hayan muerto resucitarán con cuerpos nuevos que jamás morirán; y los que estemos vivos seremos transformados.
53 Porque es imprescindible que este cuerpo corruptible se convierta en un cuerpo incorruptible, y que lo mortal sea inmortal.
54 Cuando así suceda, se cumplirá la siguiente profecía:“Ha sido devorada la muerte por la victoria”.