2 Pero por lo general es mejor que cada hombre tenga su propia mujer y que cada mujer tenga su propio marido, para evitar caer en pecado.
3 El hombre debe satisfacer los derechos conyugales de su esposa; y lo mismo la esposa respecto de su esposo.
4 La mujer no tiene derecho sobre su cuerpo, porque éste le pertenece a su esposo. Tampoco el hombre tiene derecho sobre su cuerpo; pues le pertenece a su esposa.
5 Por lo tanto, no se nieguen el uno al otro, a menos que se pongan de acuerdo, y sólo por un tiempo, para dedicarse a la oración. Pero luego, únanse de nuevo, para evitar que Satanás los tiente, por no tener dominio propio.
6 Esto que les digo es un consejo, no una orden.
7 Me gustaría que se quedaran solteros, como yo; pero a cada uno Dios le ha concedido su propio don: éste posee uno, y aquel, otro.
8 Pero a los solteros y a las viudas les digo que deberían quedarse como yo.