8 No me avergonzaré de insistir demasiado en la autoridad que tengo sobre ustedes —autoridad que el Señor me dio para la edificación de ustedes, no para su destrucción—.
9 Les digo esto para que no crean que sólo trato de asustarlos con mis cartas.
10 «En sus cartas se expresa muy bruscamente y con palabras duras», dicen algunos. «¡Pero cuando llegue verán que en persona no impresiona a nadie y que no existe peor predicador!»
11 Estas personas deben saber que esta vez voy a ser tan duro en persona como lo soy por carta.
12 Pero no me voy a igualar ni a comparar con los que por ahí andan hablando de lo excelentes que son. El problema de éstos es que se comparan entre sí y se miden de acuerdo con sus propios conceptos. ¡Qué tontería!
13 ¡Jamás nos jactamos más de lo debido! Y si lo hacemos, utilizamos como regla el trabajo que Dios nos mandó hacer, lo cual incluye que trabajemos entre ustedes.
14 Si no hubiéramos estado antes entre ustedes, alguien podría decir que nos estamos extralimitando. Lo cierto es que fuimos los primeros en proclamarles las buenas noticias de Cristo.