1 Se me entregó una vara de medir y se me pidió que fuera a medir el templo de Dios y el altar. Se me pidió también que contara cuántos adoradores había.
2 «Pero no midas las partes externas del templo —me dijeron—, porque han sido entregadas a las naciones y éstas se pasarán tres años y medio humillando a la ciudad santa.
3 Y enviaré a mis dos testigos para que profeticen durante mil doscientos sesenta días vestidos de luto».
4 Los dos profetas en cuestión eran los dos olivos y los dos candeleros que están delante del Señor de la tierra.
5 Cualquiera que trate de hacerles daño, morirá víctima de las llamaradas de fuego que brotan de la boca de aquellos dos personajes.
6 Estos tienen poder para cerrar los cielos de manera que no llueva mientras estén profetizando. También tienen poder para convertir en sangre las aguas y enviar plagas sobre la tierra cada vez que lo deseen.
7 Cuando hayan terminado de dar su testimonio, la bestia que surge del abismo les declarará la guerra, los vencerá y los matará.