32 Ahora los encomiendo al cuidado de Dios y a su palabra, que es capaz de fortalecerlos y de darles la herencia con los demás que están apartados para Dios.
33 »Jamás he codiciado el dinero ni la ropa lujosa de nadie.
34 Ustedes saben que con estas manos he trabajado para ganar el sustento propio y el de los que andaban conmigo.
35 Y les fui un ejemplo constante de cómo se debe ayudar a los pobres y recordar las palabras del Señor Jesús que dicen: “Hay más dicha en dar que en recibir”.»
36 Al terminar el discurso, se arrodilló y oró con ellos.
37 Luego se fueron despidiendo de él, abrazándolo y besándolo. No podían contener el llanto
38 al pensar que, según las palabras del apóstol, no lo volverían a ver. Al final, lo acompañaron al barco.