16 Ya en Roma, a Pablo le permitieron que viviera aparte, aunque un soldado lo vigilaba.
17 Tres días después, Pablo reunió a los dirigentes judíos y les dijo:—Hermanos, yo no he hecho nada contra mi pueblo ni contra las costumbres de nuestros antepasados. Sin embargo, me arrestaron en Jerusalén y me entregaron a los romanos.
18 Éstos, me hicieron muchas preguntas y luego quisieron soltarme, pues no me encontraron culpable de nada que mereciera la muerte.
19 »Pero cuando los judíos se opusieron, tuve que pedir que el emperador me juzgara. No es que tenga algo de que acusar a mi nación.
20 Yo les he pedido que vengan para verlos y hablar con ustedes. Estoy preso porque tengo la misma esperanza que tiene el pueblo de Israel.
21 Ellos le respondieron: —Nosotros no hemos recibido ninguna carta de Judea que hable de ti. Tampoco ha llegado ninguno de los hermanos de allá dando malos informes o hablando mal de ti.
22 Pero queremos que nos digas lo que piensas, porque lo único que sabemos es que en todas partes se habla en contra de esa secta.