35 Y Felipe, comenzando con ese mismo pasaje de la Escritura, se puso a hablarle de las buenas noticias acerca de Jesús.
36 A un lado del camino encontraron agua.—¡Mira! ¡Aquí hay agua! —exclamó el funcionario—. ¿Por qué no me bautizas?
37 —Siempre y cuando creas de corazón, no hay nada que lo impida —le dijo Felipe.—“Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios”, —respondió el eunuco.
38 Detuvieron entonces la carroza, bajaron ambos al agua y Felipe lo bautizó.
39 Al salir del agua, el Espíritu del Señor se llevó a Felipe y el funcionario ya no lo vio: Pero a pesar de esto, siguió gozoso su camino.
40 Mientras tanto, Felipe estaba en Azoto, y allí, como en cada una de las ciudades que encontró en el viaje a Cesarea, predicó las buenas noticias.