26 para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra,
27 a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada.
28 Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama.
29 Porque nadie aborreció jamás su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, así como también Cristo a la iglesia;
30 porque somos miembros de Su cuerpo.
31 Por esto el hombre dejara a su padre y a su madre, y se unira a su mujer, y los dos seran una sola carne.
32 Grande es este misterio, pero hablo con referencia a Cristo y a la iglesia.