51 porque es tu pueblo —tu posesión más preciada— que sacaste de Egipto, ese horno para fundir hierro.
52 »Que tus ojos estén abiertos a mis peticiones y a las peticiones de tu pueblo Israel. Que los oigas y les respondas cada vez que clamen a ti.
53 Pues cuando sacaste a nuestros antepasados de Egipto, oh Señor Soberano, le dijiste a tu siervo Moisés que habías apartado a Israel de todas las demás naciones de la tierra, para que fuera tu posesión más preciada».
54 Cuando Salomón terminó de elevar estas oraciones y peticiones al Señor, se puso de pie frente al altar del Señor, donde estaba arrodillado con las manos levantadas al cielo.
55 De pie bendijo en voz alta a toda la congregación de Israel diciendo:
56 «Alabado sea el Señor, quien ha dado descanso a su pueblo Israel, tal como lo prometió. No ha faltado ni una sola palabra de todas las promesas maravillosas que hizo mediante su siervo Moisés.
57 Que el Señor nuestro Dios esté con nosotros como estuvo con nuestros antepasados; que nunca nos deje ni nos abandone.