9 —¡No! —dijo David—, no lo mates. Pues ¿quién quedará inocente después de atacar al ungido del Señor?
10 Seguro que el Señor herirá a Saúl algún día, o morirá de viejo o en batalla.
11 ¡El Señor me libre de que mate al que él ha ungido! Pero toma su lanza y la jarra de agua que están junto a su cabeza y ¡luego vámonos de aquí!
12 Entonces David mismo tomó la lanza y la jarra de agua que estaban cerca de la cabeza de Saúl. Luego él y Abisai escaparon sin que nadie los viera ni despertara, porque el Señor hizo que los hombres de Saúl cayeran en un sueño profundo.
13 David subió la colina del lado opuesto del campamento hasta que estuvo a una distancia segura.
14 Luego les gritó a los soldados y a Abner hijo de Ner:—¡Despiértate, Abner!—¿Quién es? —preguntó Abner.
15 —Bueno, Abner, eres un gran hombre, ¿verdad? —se burló David—. En todo Israel, ¿dónde hay uno que sea tan poderoso como tú? Entonces, ¿por qué no protegiste a tu amo, el rey, cuando alguien entró a matarlo?