8 —Bueno —dijo el siervo—, tengo una pequeña pieza de plata. ¡Al menos, se la podemos ofrecer al hombre de Dios y ver qué pasa!
9 (En esos días, si la gente quería recibir un mensaje de Dios, decía: «Vamos a preguntarle al vidente», porque los profetas solían ser llamados «videntes»).
10 —Está bien —aceptó Saúl—, ¡hagamos el intento!Así que se encaminaron hacia la ciudad donde vivía el hombre de Dios.
11 Al ir subiendo la colina hacia la ciudad, se encontraron con unas jóvenes que salían a sacar agua. Entonces Saúl y su siervo les preguntaron:—¿Se encuentra por aquí el vidente?
12 —Sí —les contestaron—, sigan por este camino; él está junto a las puertas de la ciudad. Acaba de llegar para participar de un sacrificio público que se realizará arriba, en el lugar de adoración.
13 Apúrense para que lo puedan encontrar antes de que suba a comer. Los invitados no comenzarán a comer hasta que él llegue para bendecir los alimentos.
14 De modo que llegaron a la ciudad y, mientras entraban por las puertas, Samuel iba saliendo hacia ellos para subir al lugar de adoración.