3 Cuando Amasías se afianzó en el trono, ejecutó a los oficiales que habían asesinado a su padre.
4 Sin embargo, no mató a los hijos de los asesinos porque obedeció el mandato del Señor que Moisés había escrito en el libro de la ley: «Los padres no tienen que morir por los pecados de sus hijos, ni los hijos deben morir por los pecados de sus padres. Los que merezcan la muerte serán ejecutados por sus propios delitos».
5 Después Amasías organizó al ejército, y designó generales y capitanes para todo Judá y Benjamín. Hizo un censo y descubrió que tenía un ejército de trescientos mil soldados selectos, hombres de veinte años o más, todos entrenados en el uso de la lanza y el escudo.
6 También pagó alrededor de tres mil cuatrocientos kilos de plata para contratar de Israel cien mil hombres de guerra con experiencia.
7 Entonces un hombre de Dios se presentó ante él y le dijo:—Su Majestad, no contrate tropas de Israel porque el Señor no está con Israel. ¡Él no ayudará a esa gente de Efraín!
8 Si usted permite que ellos vayan a la batalla junto con sus tropas, ustedes serán derrotados por el enemigo sin importar qué tan bien peleen. Dios los derribará, porque él tiene el poder para ayudarlos o para hacerlos tropezar.
9 Amasías le preguntó al hombre de Dios:—¿Pero qué de toda esa plata que pagué para contratar al ejército de Israel?El hombre de Dios contestó:—¡El Señor puede darle a usted mucho más que eso!