1 También me dediqué a investigar lo siguiente: si bien Dios tiene en sus manos las acciones de los sabios y de los justos, nadie sabe si Dios les mostrará su favor.
2 A la larga, a todos les espera el mismo destino, sean justos o malvados, buenos o malos, religiosos o no religiosos, estén o no ceremonialmente puros. Las personas buenas reciben el mismo trato que los pecadores, y las personas que hacen promesas a Dios reciben el mismo trato que los que no las hacen.
3 ¡Parece tan trágico que todo el mundo bajo el sol tenga el mismo destino! Por eso la gente no presta más atención en ser buena. En cambio, cada uno elige su propio camino de locura, porque nadie tiene esperanza. Sea como fuere, lo único que hay por delante es la muerte.
4 Hay esperanza solo para los que están vivos. Como se suele decir: «¡Más vale perro vivo que león muerto!».