2 “Rey de Judá, tú que te sientas en el trono de David, escucha el mensaje del Señor. Deja que tus ayudantes y tu pueblo también escuchen.
3 Esto dice el Señor: ‘Sean imparciales y justos. ¡Hagan lo que es correcto! Ayuden a quienes han sufrido robos; rescátenlos de sus opresores. ¡Abandonen sus malas acciones! No maltraten a los extranjeros, ni a los huérfanos ni a las viudas. ¡Dejen de matar al inocente!
4 Si me obedecen, siempre habrá un descendiente de David sentado en el trono aquí en Jerusalén. El rey entrará por las puertas del palacio en carros y a caballo, con su corte de ayudantes y súbditos.
5 Sin embargo, si rehúsan prestar atención a esta advertencia, les juro por mi propio nombre —dice el Señor—, que este palacio se convertirá en un montón de escombros’”».
6 Ahora bien, esto dice el Señor con respecto al palacio real de Judá:«Te amo tanto como a la fructífera Galaady como a los verdes bosques del Líbano.Pero te convertiré en un desiertoy nadie vivirá dentro de tus muros.
7 Citaré a obreros de demolición,los cuales sacarán sus herramientas para desmantelarte.Arrancarán todas tus selectas vigas de cedroy las echarán al fuego.
8 »Gente de muchas naciones pasará por las ruinas de la ciudad y se dirán el uno al otro: “¿Por qué habrá destruido el Señor esta gran ciudad?”.