24 Luego los israelitas quemaron la ciudad y todo lo que había en ella. Solo conservaron las cosas hechas de plata, de oro, de bronce y de hierro para el tesoro de la casa del Señor.
25 Así que Josué le perdonó la vida a la prostituta Rahab y a los parientes que estaban en su casa, porque ella escondió a los espías que él había enviado a Jericó. Y Rahab vive con los israelitas hasta el día de hoy.
26 En esa ocasión, Josué pronunció la siguiente maldición:«Que la maldición del Señor caiga sobre cualquieraque intente reconstruir la ciudad de Jericó.A costa de su hijo mayorpondrá sus cimientos.A costa de su hijo menorpondrá sus puertas».
27 Así que el Señor estaba con Josué, y la fama de Josué se extendió por todo el territorio.