2 me preguntó:—¿Por qué te ves tan triste? No me parece que estés enfermo; debes estar profundamente angustiado.Entonces quedé aterrado,
3 pero le contesté:—Viva el rey para siempre. ¿Cómo no voy a estar triste cuando la ciudad donde están enterrados mis antepasados está en ruinas, y sus puertas han sido consumidas por el fuego?
4 El rey preguntó:—Bueno, ¿cómo te puedo ayudar?Después de orar al Dios del cielo,
5 contesté:—Si al rey le agrada, y si está contento conmigo, su servidor, envíeme a Judá para reconstruir la ciudad donde están enterrados mis antepasados.
6 El rey, con la reina sentada a su lado, preguntó:—¿Cuánto tiempo estarás fuera? ¿Cuándo piensas regresar?Después de decirle cuánto tiempo estaría ausente, el rey accedió a mi petición.
7 Además le dije al rey:—Si al rey le agrada, permítame llevar cartas dirigidas a los gobernadores de la provincia al occidente del río Éufrates, indicándoles que me permitan viajar sin peligro por sus territorios de camino a Judá.
8 Además, le ruego que me dé una carta dirigida a Asaf, el encargado del bosque del rey, con instrucciones de suministrarme madera. La necesitaré para hacer vigas para las puertas de la fortaleza del templo, para las murallas de la ciudad y para mi propia casa.Entonces el rey me concedió estas peticiones porque la bondadosa mano de Dios estaba sobre mí.