31 Ahora bien, el Señor envió un viento que trajo codornices desde el mar y las dejó caer por todo el campamento. Las codornices volaban por kilómetros en todas las direcciones a la altura de un metro sobre la superficie de la tierra.
32 Así que el pueblo salió y atrapó codornices todo ese día, a lo largo de la noche y también todo el día siguiente. ¡Nadie recogió menos de dos mil kilos! Entonces las pusieron a secar por todo el campamento.
33 Pero mientras se saciaban de carne —cuando aún estaba en sus bocas— el enojo del Señor se encendió contra el pueblo y los castigó con una plaga muy grave.
34 Así que ese lugar fue llamado Kibrot-hataava (que significa «tumbas de glotonería») porque allí enterraron a la gente que codiciaba la carne de Egipto.
35 Después, los israelitas viajaron de Kibrot-hataava a Hazerot, donde se quedaron por algún tiempo.