3 En aquel día yo convertiré a Jerusalén en una roca inamovible. Todas las naciones se reunirán en contra de ella para tratar de moverla, pero solo se herirán a sí mismas.
4 »En aquel día —dice el Señor— haré que todos los caballos se espanten y que todos los jinetes pierdan el valor. Vigilaré a la gente de Judá, pero cegaré los caballos de sus enemigos.
5 Los clanes de Judá se dirán a sí mismos: “El pueblo de Jerusalén ha encontrado fuerzas en su Dios, el Señor de los Ejércitos Celestiales”.
6 »En aquel día yo haré que los clanes de Judá sean como una llama que le prende fuego a un montón de leña o como una antorcha encendida entre los manojos de grano. Destruirán con fuego a las naciones vecinas a la derecha y a la izquierda, mientras la gente que vive en Jerusalén permanecerá segura.
7 »El Señor dará primero la victoria al resto de Judá, antes que a Jerusalén, para que el pueblo de Jerusalén y el linaje real de David no tengan mayor honor que el resto de Judá.
8 En aquel día el Señor defenderá al pueblo de Jerusalén. ¡El más débil entre ellos será tan poderoso como el rey David! ¡Y los descendientes reales serán como Dios mismo, como el ángel del Señor que va delante de ellos!
9 Pues en aquel día comenzaré a destruir a todas las naciones que ataquen a Jerusalén.