26 He estado en muchos viajes muy largos. Enfrenté peligros de ríos y de ladrones. Enfrenté peligros de parte de mi propio pueblo, los judíos, y también de los gentiles. Enfrenté peligros en ciudades, en desiertos y en mares. Y enfrenté peligros de hombres que afirman ser creyentes, pero no lo son.
27 He trabajado con esfuerzo y por largas horas y soporté muchas noches sin dormir. He tenido hambre y sed, y a menudo me he quedado sin nada que comer. He temblado de frío, sin tener ropa suficiente para mantenerme abrigado.
28 Además de todo eso, a diario llevo la carga de mi preocupación por todas las iglesias.
29 ¿Quién está débil sin que yo no sienta esa misma debilidad? ¿Quién se ha dejado llevar por mal camino sin que yo arda de enojo?
30 Si debo jactarme, preferiría jactarme de las cosas que muestran lo débil que soy.
31 Dios, el Padre de nuestro Señor Jesús, quien es digno de eterna alabanza, sabe que no miento.
32 Cuando estuve en Damasco, el gobernador bajo el mando del rey Aretas puso guardias en las puertas de la ciudad para atraparme.