36 Y la multitud seguía gritando desde atrás: «¡Mátenlo! ¡Mátenlo!».
37 Cuando estaban por llevarlo adentro, Pablo le dijo al comandante:—¿Puedo hablar con usted?—¿¡Hablas griego!? —le preguntó el comandante, sorprendido—.
38 ¿No eres tú el egipcio que encabezó una rebelión hace un tiempo y llevó al desierto a cuatro mil miembros del grupo llamado “Los Asesinos”?
39 —No —contestó Pablo—, soy judío y ciudadano de Tarso de Cilicia, que es una ciudad importante. Por favor, permítame hablar con esta gente.
40 El comandante estuvo de acuerdo, entonces Pablo se puso de pie en las escaleras e hizo señas para pedir silencio. Pronto un gran silencio envolvió a la multitud, y Pablo se dirigió a la gente en su propia lengua, en arameo.