9 —¡Entonces, lávame también las manos y la cabeza, Señor, no solo los pies! —exclamó Simón Pedro.
10 Jesús respondió:—Una persona que se ha bañado bien no necesita lavarse más que los pies para estar completamente limpia. Y ustedes, discípulos, están limpios, aunque no todos.
11 Pues Jesús sabía quién lo iba a traicionar. A eso se refería cuando dijo: «No todos están limpios».
12 Después de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, se sentó y preguntó:—¿Entienden lo que acabo de hacer?
13 Ustedes me llaman “Maestro” y “Señor” y tienen razón, porque es lo que soy.
14 Y, dado que yo, su Señor y Maestro, les he lavado los pies, ustedes deben lavarse los pies unos a otros.
15 Les di mi ejemplo para que lo sigan. Hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes.