39 Cuando el fariseo que lo había invitado vio esto, dijo para sí: «Si este hombre fuera profeta, sabría qué tipo de mujer lo está tocando. ¡Es una pecadora!».
40 Entonces Jesús respondió a los pensamientos del fariseo:—Simón —le dijo—, tengo algo que decirte.—Adelante, Maestro —respondió Simón.
41 Entonces Jesús le contó la siguiente historia:—Un hombre prestó dinero a dos personas, quinientas piezas de plata a una y cincuenta piezas a la otra.
42 Sin embargo, ninguna de las dos pudo devolver el dinero, así que el hombre perdonó amablemente a ambas y les canceló la deuda. ¿Quién crees que lo amó más?
43 Simón contestó:—Supongo que la persona a quien le perdonó la deuda más grande.—Correcto —dijo Jesús.
44 Luego se volvió a la mujer y le dijo a Simón:—Mira a esta mujer que está arrodillada aquí. Cuando entré en tu casa, no me ofreciste agua para lavarme el polvo de los pies, pero ella los lavó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos.
45 Tú no me saludaste con un beso, pero ella, desde el momento en que entré, no ha dejado de besarme los pies.