22 —Entonces, ¿qué hago con Jesús, llamado el Mesías? —preguntó Pilato.—¡Crucifícalo! —le contestaron a gritos.
23 —¿Por qué? —insistió Pilato—. ¿Qué crimen ha cometido?Pero la turba rugió aún más fuerte:—¡Crucifícalo!
24 Pilato vio que no lograba nada y que se armaba un disturbio. Así que mandó a buscar un recipiente con agua y se lavó las manos delante de la multitud a la vez que decía:—Soy inocente de la sangre de este hombre. La responsabilidad es de ustedes.
25 Y la gente respondió a gritos:—¡Nos haremos responsables de su muerte, nosotros y nuestros hijos!
26 Así fue que Pilato dejó a Barrabás en libertad. Mandó azotar a Jesús con un látigo que tenía puntas de plomo, y después lo entregó a los soldados romanos para que lo crucificaran.
27 Algunos de los soldados del gobernador llevaron a Jesús al cuartel y llamaron a todo el regimiento.
28 Le quitaron la ropa y le pusieron un manto escarlata.