1 Pasado algún tiempo, murió Najás, rey de los amonitas, y su hijo lo sucedió en el trono.
2 Entonces David pensó: «Debo ser leal con Janún hijo de Najás, pues su padre lo fue conmigo.» Así que envió a unos mensajeros para darle el pésame por la muerte de su padre.Cuando los mensajeros de David llegaron al país de los amonitas para darle el pésame a Janún,
3 los jefes de ese pueblo le aconsejaron: «¿Y acaso cree Su Majestad que David ha enviado a estos mensajeros sólo para darle el pésame, y porque quiere honrar a su padre? ¿No será más bien que han venido a espiar y explorar el país para luego destruirlo?»
4 Entonces Janún mandó que apresaran a los mensajeros de David y que les afeitaran la barba y les rasgaran la ropa por la mitad, a la altura de las nalgas. Y así los despidió.
5 Los hombres de David se sentían muy avergonzados. Cuando David se enteró de lo que les había pasado, mandó que los recibieran y les dieran este mensaje de su parte: «Quédense en Jericó, y no regresen hasta que les crezca la barba.»
6 Al darse cuenta Janún y los amonitas de que habían ofendido a David, enviaron treinta y tres mil kilos de plata para contratar carros y jinetes en Aram Najarayin, en Aram de Macá y en Sobá.
7 Contrataron treinta y dos mil carros y al rey de Macá con su ejército, que acampó frente a Medeba. Por su parte, los amonitas salieron de sus ciudades y se dispusieron para el combate.