5 Pero le remordió la conciencia por lo que había hecho,
6 y les dijo a sus hombres:—¡Que el Señor me libre de hacerle al rey lo que ustedes sugieren! No puedo alzar la mano contra él, porque es el ungido del Señor.
7 De este modo David contuvo a sus hombres, y no les permitió que atacaran a Saúl. Pero una vez que éste salió de la cueva para proseguir su camino,
8 David lo siguió, gritando:—¡Majestad, Majestad!Saúl miró hacia atrás, y David, postrándose rostro en tierra, se inclinó
9 y le dijo:—¿Por qué hace caso Su Majestad a los que dicen que yo quiero hacerle daño?
10 Usted podrá ver con sus propios ojos que hoy mismo, en esta cueva, el Señor lo había entregado en mis manos. Mis hombres me incitaban a que lo matara, pero yo respeté su vida y dije: “No puedo alzar la mano contra el rey, porque es el ungido del Señor.”
11 Padre mío, mire usted el borde de su manto que tengo en la mano. Yo corté este pedazo, pero a usted no lo maté. Reconozca que yo no intento hacerle mal ni traicionarlo. Usted, sin embargo, me persigue para quitarme la vida, aunque yo no le he hecho ningún agravio.