29 Doce meses después, mientras daba un paseo por la terraza del palacio real de Babilonia,
30 exclamó: «¡Miren la gran Babilonia que he construido como capital del reino! ¡La he construido con mi gran poder, para mi propia honra!»
31 No había terminado de hablar cuando, desde el cielo, se escuchó una voz que decía:«Éste es el decreto en cuanto a ti, rey Nabucodonosor. Tu autoridad real se te ha quitado.
32 Serás apartado de la gente y vivirás entre los animales salvajes; comerás pasto como el ganado, y siete años transcurrirán hasta que reconozcas que el Altísimo es el soberano de todos los reinos del mundo, y que se los entrega a quien él quiere.»
33 Y al instante se cumplió lo anunciado a Nabucodonosor. Lo separaron de la gente, y comió pasto como el ganado. Su cuerpo se empapó con el rocío del cielo, y hasta el pelo y las uñas le crecieron como plumas y garras de águila.
34 Pasado ese tiempo yo, Nabucodonosor, elevé los ojos al cielo, y recobré el juicio. Entonces alabé al Altísimo; honré y glorifiqué al que vive para siempre:Su dominio es eterno;su reino permanece para siempre.
35 Ninguno de los pueblos de la tierramerece ser tomado en cuenta.Dios hace lo que quierecon los poderes celestialesy con los pueblos de la tierra.No hay quien se oponga a su poderni quien le pida cuentas de sus actos.