2 «Baja ahora mismo a la casa del alfarero, y allí te comunicaré mi mensaje.»
3 Entonces bajé a la casa del alfarero, y lo encontré trabajando en el torno.
4 Pero la vasija que estaba modelando se le deshizo en las manos; así que volvió a hacer otra vasija, hasta que le pareció que le había quedado bien.
5 En ese momento la palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
6 «Pueblo de Israel, ¿acaso no puedo hacer con ustedes lo mismo que hace este alfarero con el barro? —afirma el Señor—. Ustedes, pueblo de Israel, son en mis manos como el barro en las manos del alfarero.
7 En un momento puedo hablar de arrancar, derribar y destruir a una nación o a un reino;
8 pero si la nación de la cual hablé se arrepiente de su maldad, también yo me arrepentiré del castigo que había pensado infligirles.