4 Tuvo treinta hijos, cada uno de los cuales montaba su propio asno y gobernaba su propia ciudad en Galaad. Hasta el día de hoy estas ciudades se conocen como «los poblados de Yaír».
5 Cuando murió Yaír, fue sepultado en Camón.
6 Una vez más los israelitas hicieron lo que ofende al Señor. Adoraron a los ídolos de Baal y a las imágenes de Astarté; a los dioses de Aram, Sidón y Moab, y a los de los amonitas y los filisteos. Y como los israelitas abandonaron al Señor y no le sirvieron más,
7 él se enfureció contra ellos. Los vendió a los filisteos y a los amonitas,
8 los cuales desde entonces y durante dieciocho años destrozaron y agobiaron a todos los israelitas que vivían en Galaad, un territorio amorreo, al otro lado del Jordán.
9 También los amonitas cruzaron el Jordán para luchar contra las tribus de Judá, Benjamín y Efraín, por lo que Israel se encontró en una situación de extrema angustia.
10 Entonces los israelitas clamaron al Señor:—¡Hemos pecado contra ti, al abandonar a nuestro Dios y adorar a los ídolos de Baal!