1 El Señor le ordenó a Moisés que les dijera a los sacerdotes, hijos de Aarón: «No se contaminen tocando el cadáver de alguien de su pueblo,
2 excepto en el caso de un pariente cercano, como su madre, su padre, su hijo, su hija, su hermano
3 o una hermana soltera que, por no tener marido, dependa de él.
4 Como jefes de su pueblo, no deben hacerse impuros ni contaminarse.
5 »Los sacerdotes no se raparán la cabeza, ni se despuntarán la barba ni se harán heridas en el cuerpo.
6 Deben ser santos para su Dios, y no profanar su nombre. Son ellos los que presentan al Señor las ofrendas por fuego, que son como el pan de su Dios. Por eso deben ser santos.