1 Los hombres y las mujeres del pueblo protestaron enérgicamente contra sus hermanos judíos,
2 pues había quienes decían: «Si contamos a nuestros hijos y a nuestras hijas, ya somos muchos. Necesitamos conseguir trigo para subsistir.»
3 Otros se quejaban: «Por conseguir trigo para no morirnos de hambre, hemos hipotecado nuestros campos, viñedos y casas.»
4 Había también quienes se quejaban: «Tuvimos que empeñar nuestros campos y viñedos para conseguir dinero prestado y así pagar el tributo al rey.
5 Y aunque nosotros y nuestros hermanos somos de la misma sangre, y nuestros hijos y los suyos son iguales, a nosotros nos ha tocado vender a nuestros hijos e hijas como esclavos. De hecho, hay hijas nuestras sirviendo como esclavas, y no podemos rescatarlas, puesto que nuestros campos y viñedos están en poder de otros.»
6 Cuando oí sus palabras de protesta, me enojé muchísimo.
7 Y después de reflexionar, reprendí a los nobles y gobernantes:—¡Es inconcebible que sus propios hermanos les exijan el pago de intereses!Convoqué además una gran asamblea contra ellos,