2 Porque el que habla en lenguas no habla a los demás sino a Dios. En realidad, nadie le entiende lo que dice, pues habla misterios por el Espíritu.
3 En cambio, el que profetiza habla a los demás para edificarlos, animarlos y consolarlos.
4 El que habla en lenguas se edifica a sí mismo; en cambio, el que profetiza edifica a la iglesia.
5 Yo quisiera que todos ustedes hablaran en lenguas, pero mucho más que profetizaran. El que profetiza aventaja al que habla en lenguas, a menos que éste también interprete, para que la iglesia reciba edificación.
6 Hermanos, si ahora fuera a visitarlos y les hablara en lenguas, ¿de qué les serviría, a menos que les presentara alguna revelación, conocimiento, profecía o enseñanza?
7 Aun en el caso de los instrumentos musicales, tales como la flauta o el arpa, ¿cómo se reconocerá lo que tocan si no dan distintamente sus sonidos?
8 Y si la trompeta no da un toque claro, ¿quién se va a preparar para la batalla?