2 Me propuse más bien, estando entre ustedes, no saber de cosa alguna, excepto de Jesucristo, y de éste crucificado.
3 Es más, me presenté ante ustedes con tanta debilidad que temblaba de miedo.
4 No les hablé ni les prediqué con palabras sabias y elocuentes sino con demostración del poder del Espíritu,
5 para que la fe de ustedes no dependiera de la sabiduría humana sino del poder de Dios.
6 En cambio, hablamos con sabiduría entre los que han alcanzado madurez, pero no con la sabiduría de este mundo ni con la de sus gobernantes, los cuales terminarán en nada.
7 Más bien, exponemos el misterio de la sabiduría de Dios, una sabiduría que ha estado escondida y que Dios había destinado para nuestra gloria desde la eternidad.
8 Ninguno de los gobernantes de este mundo la entendió, porque de haberla entendido no habrían crucificado al Señor de la gloria.