4 La mujer ya no tiene derecho sobre su propio cuerpo, sino su esposo. Tampoco el hombre tiene derecho sobre su propio cuerpo, sino su esposa.
5 No se nieguen el uno al otro, a no ser de común acuerdo, y sólo por un tiempo, para dedicarse a la oración. No tarden en volver a unirse nuevamente; de lo contrario, pueden caer en tentación de Satanás, por falta de dominio propio.
6 Ahora bien, esto lo digo como una concesión y no como una orden.
7 En realidad, preferiría que todos fueran como yo. No obstante, cada uno tiene de Dios su propio don: éste posee uno; aquél, otro.
8 A los solteros y a las viudas les digo que sería mejor que se quedaran como yo.
9 Pero si no pueden dominarse, que se casen, porque es preferible casarse que quemarse de pasión.
10 A los casados les doy la siguiente orden (no yo sino el Señor): que la mujer no se separe de su esposo.