3 no debe ser borracho ni pendenciero, ni amigo del dinero, sino amable y apacible.
4 Debe gobernar bien su casa y hacer que sus hijos le obedezcan con el debido respeto;
5 porque el que no sabe gobernar su propia familia, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?
6 No debe ser un recién convertido, no sea que se vuelva presuntuoso y caiga en la misma condenación en que cayó el diablo.
7 Se requiere además que hablen bien de él los que no pertenecen a la iglesia, para que no caiga en descrédito y en la trampa del diablo.
8 Los diáconos, igualmente, deben ser honorables, sinceros, no amigos del mucho vino ni codiciosos de las ganancias mal habidas.
9 Deben guardar, con una conciencia limpia, las grandes verdades de la fe.